¿Qué es el ciclo de vida de un almacén?

¿Qué es el ciclo de vida de un almacén? En 5 claves

Los almacenes, al igual que cualquier infraestructura, no permanecen estáticos a lo largo del tiempo, sino que evolucionan y se transforman en paralelo a las necesidades del negocio. Sin embargo, muchas empresas no consideran esta evolución en su planificación logística porque no contemplan el ciclo de vida de su almacén.

Y eso que siempre, en algún momento, hay que enfrentarse a una decisión clave: ¿debemos modernizar nuestra instalación actual o es más inteligente invertir en una nueva? ¿Qué es lo mejor de cara al futuro?

Evidentemente, se trata de una decisión compleja que requiere un análisis individualizado de factores como capacidad operativa, costes, ubicación, eficiencia energética, adaptación tecnológica… No obstante, queremos aportar nuestro granito de arena, poniendo sobre la mesa un concepto que pocas veces se tiene en cuenta: el ciclo de vida.

 

Etapas del ciclo de vida de un almacén

Un almacén no es solo un espacio físico donde se almacenan productos: es una infraestructura con una operativa compleja que debe evolucionar en el tiempo para poder dar respuesta a las necesidades del negocio. 

Y, como cualquier otro activo de la empresa, el almacén tiene un ciclo de vida.

Identificar en qué etapa se encuentra es clave para tomar decisiones estratégicas sobre su diseño, mantenimiento, modernización o reemplazo. Para eso, hay que empezar por conocer las fases básicas del ciclo de vida de un almacén:

 

1. Diseño y construcción

El primer paso en la vida de un almacén, independientemente del tipo de almacén que sea, es su planificación. En esta fase se diseña la distribución de los espacios, los accesos, la tecnología a implementar y los sistemas de gestión. 

Tomar decisiones correctas en esta etapa es crucial, ya que un mal diseño va a limitar el crecimiento y la operatividad a largo plazo.

 

2. Operación y optimización

Una vez que el almacén comienza a funcionar, las primeras experiencias operativas permiten identificar mejoras en el flujo de trabajo, la distribución de espacios y la gestión de stock. 

Es común que en esta fase se incorporen herramientas como nuestro SGA TWO, el etiquetado RFID o sistemas de picking para optimizar la operativa.

 

3. Madurez operativa

Con el tiempo, el almacén alcanza su máximo rendimiento. En esta etapa, los procesos están optimizados y la infraestructura responde adecuadamente a las necesidades de la empresa. 

Pero nada es fijo. En cualquier momento el crecimiento del negocio, los cambios en la demanda o la evolución tecnológica pueden empezar a generar nuevos desafíos…

 

4. Obsolescencia y limitaciones

Llega un momento en que el almacén empieza a mostrar signos de envejecimiento o limitaciones tanto estructurales como estratégicas. Comienzan a aparecer problemas como:

  • Espacio insuficiente para el volumen de operaciones.
  • Dificultades para integrar nuevas tecnologías.
  • Altos costes de mantenimiento y energía.
  • Ubicación ineficiente, por cambios en la red de distribución o ubicación de proveedores o clientes.

 

Aquí es donde surge la gran pregunta: ¿deberíamos reacondicionar el almacén o invertir en una nueva instalación?

Para tomar una decisión informada, hay que analizar qué factores influyen en la vida útil de un almacén y hasta qué punto es viable seguir operando en él, incluso implementando con mejoras estratégicas.

 

5 factores que determinan la vida útil de un almacén

Cuando un almacén alcanza la fase de obsolescencia y limitaciones, no siempre es evidente el camino a seguir. Para tomar una decisión informada hay que analizar los factores que determinan su vida útil y determinar hasta qué punto pueden solucionarse sin una reconstrucción total.

¿Cuáles son esos factores? Estos:

 

1. Crecimiento del negocio

Seguro que cuando se diseñó el almacén hace veinte años, cubría perfectamente las necesidades de la empresa, pero si el volumen de operaciones ha crecido demasiado puede que el almacén ya no sea capaz de absorber la demanda.

Si no hay espacio suficiente para colocar de forma organizada la mercancía, se generan cuellos de botella de forma recurrente y la fluidez del trabajo se resiente… hay que contemplar la posibilidad de que haya alcanzado su límite físico.

 

2. Estado de la infraestructura

No todos los almacenes envejecen al mismo ritmo. Algunos pueden operar durante décadas con mejoras mínimas, mientras que otros sufren deterioro estructural o limitaciones tecnológicas que afectan la eficiencia.

¿Se disparan los costes de mantenimiento por averías frecuentes? ¿Hay problemas para cumplir las normativas de seguridad? ¿La infraestructura es anticuada y no permite aprovechar bien todo el espacio? ¿Es una instalación ineficiente desde el punto de vista energético? 

De las respuestas a esas preguntas dependen las decisiones que hay que tomar.

 

3. Adaptabilidad a nuevas tecnologías

Si el almacén no puede integrar nuevas tecnologías sin cambios estructurales profundos, hay que pensar que es un indicio de que necesita algo más que un reacondicionamiento.

Atención a estas señales:

  • No hay espacio para implementar sistemas de almacenamiento automatizados.
  • La integración de soluciones tecnológicas requiere modificaciones costosas.
  • La infraestructura misma es un freno a la hora de mejorar el flujo de trabajo con tecnología avanzada.

 

4. Eficiencia energética

Un almacén mal diseñado o envejecido puede estar generando mes tras mes costes energéticos elevados e innecesarios. En algunos casos, estos costes se corrigen con mejoras; en otros, una nueva instalación es la mejor alternativa para mejorar la eficiencia energética

 

5. Ubicación y accesibilidad

No solo el almacén envejece, también las vías de comunicación son susceptibles de quedar obsoletas. O la ubicación que antaño era estratégica, hoy ya no lo es por motivos varios:

  • El área industrial donde está localizado el almacén ha perdido servicios.
  • Se han abierto nuevas vías de comunicación en otras zonas que hoy son más atractivas para las empresas.
  • Los proveedores o clientes se han reubicado, etc.

 

El caso es que la localización de un almacén es un factor importante para la rentabilidad, porque afecta directamente a los costes logísticos. Hay casos en los que las cuentas no salen, e invertir en una instalación nueva mejor ubicada es la opción más razonable.

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